Por Eduardo M. Rico
“La moralidad cambia” Debora L. Spar es catedrática de Empresas en Harvard, y su
objeto de estudio suele ser un cruce entre la política y la economía.
Está muy interesada por los nuevos mercados y sus relaciones
internacionales. En Baby Business (Tendencias), recoge su investigación
sobre el mundo de la infertilidad. El subtítulo ya resulta muy
elocuente: “Cómo el dinero, la ciencia y la política condicionan el
negocio de la fertilidad”. Durante la entrevista me enseña, madre
orgullosa, la foto de su tercer hijo, adoptado durante su
investigación.
Éste es un tema muy delicado para cualquiera,
piense lo que piense moralmente. Sí, pero he intentado ser tan
objetiva como me ha sido posible, describir cómo funciona la ciencia y el
mercado. En todo lo que yo leía sobre este tema había mucha emoción
implicada, muchas historias personales, y mi punto de partida fue que no
podemos resolver los problemas éticos y legales, hasta que no sepamos lo
que está sucediendo realmente.
Hay en el libro un espíritu muy científico, un
cierto distanciamiento. Se me ha acusado de tener el corazón
frío, y no estar suficientemente implicada en el tema, pero yo quería
distanciarme y ser objetiva.
Su conclusión es que existe un mercado, debemos
reconocerlo y los países deben legislarlo. ¿Por qué es tan difícil
esto? Yo creo que en Europa se ha hecho un mejor trabajo que en
EE.UU, no perfecto, pero sí bueno. En mi país hay varios problemas: a
EE.UU no le gustan las leyes, y en muchos otros países se intenta legislar
antes de que se desarrolle el mercado, mientras que en EE.UU. sucede lo
contrario. En este sentido, mi libro ha sido muy polémico allí.
¿En su país existe este problema por la bandera de
la libertad que tienen? Sí, la ideología es muy fuerte, y la
gente tiene muchísima libertad personal, y especialmente cuando llegas a
estas áreas tan personales, tan íntimas, la gente no quiere que el
gobierno se implique. Como resultado, en mi opinión, los norteamericanos
tenemos una ley mala.
La legislación, además, está fragmentada: unos
países te permiten una cosa, otros otra, y unos terceros
ninguna… Es como un lío de parches, de pegatinas que se
superponen… Es diferente en todas partes, y esto es un problema. En España
se pueden utilizar diagnósticos de preimplantación o selección genética;
en Inglaterra no se puede, y los ingleses vienen a España para conseguir
ese diagnóstico de preimplantación. En España no puedes tener una madre de
alquiler, y los españoles se van a Inglaterra o a EE.UU. para
conseguirla.
Un mundo muy confuso y
contradictorio. Sí, en la mayoría de Europa Occidental no se
puede pagar a las mujeres para que donen óvulos, pero en Rumania y en
Rusia sí que se puede. Hay rumores de que las rumanas vienen a España, y
se les paga en Rumania para que vendan sus óvulos en España. Son como unas
corporaciones multinacionales que van a todas partes del mundo para sacar
provecho de diferentes legislaciones. En Estados Unidos lo llamamos
“turismo reproductivo”.
A usted le interesan
mucho las relaciones internacionales entre empresas y
mercados. Sí, he estudiado durante diez años lo que sucede
cuando los nuevos mercados se crean. En mi opinión son los mercados más
interesantes, porque son nuevos, porque se puede conseguir muchísimo
dinero con ellos y porque no hay normas ni leyes. He mirado a China,
Rusia, en Internet… todos mercados nuevos, y éste es un nuevo mercado. Hay
una conexión en todo lo que escribo.
Usted
adoptó a un tercer hijo. ¿Fue entonces cuando se encontró con todo este
tema? No, no realmente. Lo que yo vi fue una experiencia
personal, pero para entender todo el mundo de la adopción tuve que hacer
la experiencia académica a la vieja usanza, porque es muy difícil
conseguir datos sobre adopción, estudios sobre los niños adoptados, si
realmente funciona, si se adaptan a las familias… Las leyes europeas sobre
adopción son muy complicadas.
Baby Business es muy riguroso, pero también está
escrito de forma accesible y con cierto sentido del humor. Lo he
intentado. Creo que debes tener sentido del humor, porque si no te echas a
llorar. Para mí la parte más dura eran los padres que tenían niños que se
estaban muriendo: estaban utilizando esas nuevas técnicas para salvar a un
niño muy enfermo. Son historias muy tristes.
Usted ofrece una información, extrae unas
conclusiones pero no entra a valorar. Los primeros siete
capítulos son descriptivos; intento poner los argumentos en el capítulo
final. Creo que la gente debe conocer todo el paisaje para ponerse a favor
o en contra. Pero creo también que mis argumentos son lo suficientemente
fuertes como para promover una legislación en Estados Unidos.
Ayer un ginecólogo me hablaba de que había
muchísimos embriones congelados en el mundo, y muchísimos que se estaban
destruyendo… Sólo en EE.UU hay 400.000 embriones congelados. En
el Reino Unido tienes que destruir los embriones después de un período de
tiempo. En EE.UU no hay ley al respecto y se quedan congelados. Creo que
esto es un problema, y provoca que mucha gente se incomode. Necesitamos
pensar cómo vamos a tratar este tema. No es tan difícil resolverlo, porque
la razón por la que tenemos estos embriones es porque la gente que acude a
la fertilización in vitro crea muchos embriones.
¿Por qué? Antes las cifras de éxito eran
muy pequeñas; la gente hacía tantos embriones como fuera posible. Ahora es
mucho más seguro para la madre si sólo cogemos uno o dos óvulos cada vez,
hacemos uno o dos embriones y ya no queda ninguno extra. En Escandinavia
están intentando moverse a lo que llaman el trasplante de un único
embrión: sólo cogen y transfieren un embrión cada vez. Creo que es la
forma idónea de hacerlo.
Entonces el problema estaría
resuelto. Pero aquí es donde el mercado juega su papel. En los
países escandinavos el gobierno paga por la fertilización in Vitro como
parte del sistema de salud social. En EE.UU la mayoría paga de su propio
bolsillo el seguro médico; la gente no se puede permitir hacerlo más de
una vez, y su incentivo económico es hacer tantos embriones como sea
posible. Pero creo que el mercado y los incentivos económicos van a ayudar
a conseguir mejores alternativas morales.
Después de su investigación, ¿tiene soluciones para
mejorar el panorama? Sí, en primer lugar más datos. Antes
podríamos pensar en cuestiones morales más complicadas, pero tenemos que
pensar en las cuestiones médicas. Debemos seguir la pista al niño que nace
a través de la reproducción asistida. Cada mujer que va a un tratamiento
de fertilidad, y cada mujer que hace donación de óvulos… Tenemos que ver
si hay efectos médicos a largo plazo. Hacemos esto en cualquier otra rama
de la medicina, y no lo estamos haciendo aquí. Y si hay prácticas que son
peligrosas tenemos que parar de hacerlas.
¿Por ejemplo? Probablemente no es bueno
permitir a ninguna mujer que se quede embarazada de más de dos niños de
una sola vez. Esto es salud básica, esencial. También creo que los países
necesitan establecer registros nacionales, donde los niños de reproducción
asistida que se conviertan en adultos puedan escoger descubrir la
identidad de sus padres genéticos. Creo que la reproducción asistida, en
este sentido, es como la adopción.
¿Podría explicar esto? En la adopción
pensábamos que los niños estarían mejor sin saber que estaban adoptados, y
sin saber quiénes eran los padres naturales. Pero ha resultado que cuando
un niño crece quiere saber sus orígenes, quiénes son sus padres naturales,
biológicos, y exactamente lo mismo va a suceder con los niños que nacen de
este modo. Esto no significa que no amen a sus padres, que los han criado,
pero querrán saber qué genes los han formado. Actualmente, tanto en España
como en EE.UU no hay ninguna forma de saberlo, y no creo que esto sea
justo para los niños.
Usted ha dicho: “El mercado existe, no es bueno,
pero no es necesariamente malo.” Creo que la gente tiene que
entender todo el paisaje, para ponerse a favor o en contra. Pero estos
momentos son especialmente fuertes en el contexto político de Estados
Unidos, donde debería existir la regulación. A los centros de reproducción
en Estados Unidos no les gusta mi libro. Ha causado bastante polémica.
En 1978, la primera niña probeta recibe una oleada
de críticas, pero también un aumento terrible del comercio… Sí,
creo que es un momento muy importante, porque inicialmente todo el mundo
lo veía como una cuestión ética, pero rápidamente la tecnología se
convirtió en algo normal, y el mercado simplemente siguió, porque la gente
si quería niños y no los podía tener de forma natural, probaba la nueva
tecnología. Simplemente se rechazaba, pero lo mismo creo que va a suceder
en la mayoría de las demás tecnologías. Incluso en la clonación.
Parece que siempre ha sido igual… Reparos morales y
demanda brutal. Sí, y creo que la moralidad evoluciona. Hay
quizás principios absolutos, como no matar a tu vecino; pero aparte de
esto la moral cambia. Nosotros creíamos que los divorcios eran
inaceptables; ahora, incluso en España los divorcios son aceptables.
Creíamos que las formas de anticoncepción eran inmorales, y que el sexo
previo al matrimonio era inmoral, y ahora nos lo pensamos más. De ahí las
realidades prácticas.
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